"El trazo que los totalitarismos dejaron en la Europa del siglo XX, desde el fascismo italiano hasta el estalinismo soviético, alcanza su punto crítico durante la expansión del nacionalsocialismo antes y durante de la Segunda GuerraMundial, con el exterminio industrial de millones de personas como colofón al horror acunado por los populismos del periodo de entreguerras.
Estos contenidos forman parte del currículum oficial de diferentes asignaturas, en los distintos cursos de educación obligatoria y postobligatoria, por razones evidentes, que van más allá de la comprensión de un pasado histórico común, e inciden en una forma de educar sobre la base del respeto meridiano a los derechos humanos, la tolerancia frente a distintas expresiones y vivencias, ideológicas, religiosas, étnicas y culturales, y la crítica a juicios y dogmas que niegan estos valores, imponiendo un pensamiento único y excluyente.
Pero, ¿cómo poner en valor los fundamentos que guían la práctica docente, pero que, tal vez por acumulación de contenidos, por la rigidez de los temarios o la rutina de las clases, en ocasiones no son sino un eco que desde el tedio resuena en la conciencia del alumno?
A través de una expedición a las raíces materiales de esa historia representada por los textos y las imágenes; una expedición, que no simplemente un viaje, pues se trata de embarcar al alumno en la aventura de cobrar conciencia de sí mismo, de enfrentarse a nuevas experiencias y apropiarse de lo que hasta ese momento no era sino una narración, poniendo nombre, rostro e incluso voz, mediante el testimonio de los supervivientes, a los protagonistas del episodio más crucial y terrible de la historia reciente del género humano. La expedición Cracovia-Auschwitz no persigue ofertar un viaje-expedición recreativo con destino a una ciudad dinámica, como es la capital de Malopolska, sino antes ofrecer una herramienta a profesores y centros para el desarrollo integral de sus programas de trabajo en el aula. Partiendo del fomento de las relaciones entre jóvenes de la Unión Europea, el objetivo es compartir con los participantes la herencia cultural de un país como Polonia o los Países Bálticos, sometido a una historia azarosa en las últimas décadas, bajo el yugo del nazismo primero, y de una dictadura comunista después. A través de recorridos programados por la ciudad, los alumnos se familiarizan con esta riqueza visitando vestigios medievales como la fortaleza Barbacana o la Basílica de Santa María, espacios emblemáticos como Kamizierz (el antiguo barrio judío de la ciudad), ejemplos de la ocupación nazi como el guetto, la fábrica de Oskar Schindler o el cercano campo de concentración de Plaszow, y otros puntos de interés, como el presidio de Montelupich o el Museo de la Resistencia.
La expedición alcanza su momento más riguroso y significativo con la visita al campo de concentración y exterminio de Auschwitz, un complejo de campos y subcampos que acoge, en las instalaciones originales de Auschwitz I, las distintas salas de exposición del Museo estatal Auschwitz-Birkenau. Nada que podamos esbozar o añadir en el aula sustituye la vivencia indeleble de recorrer estos barracones; tan sólo lo complementa. La visita a Auschwitz resulta una experiencia conmovedora e irremplazable, que previene frente a la tentación del totalitarismo y la banalización de la muerte y el sufrimiento con más eficacia que cualquier soflama.
El encuentro con los restos materiales de cientos de miles de vidas arrebatadas, con los instrumentos de aniquilación y las huellas del sufrimiento, con la estrechez infrahumana de las cuadras para presos y la inmensidad desoladora de la fábrica de muerte que se extiende hasta Birkenau; todo ello nos devuelve las palabras del filósofo alemán Theodor Adorno, quien advertía de que si la educación tiene algún propósito es que nunca se repita Auschwitz."